Violencia es mentir

 

 

 

Las letras de Solari muestran profundas críticas a un estado, una sociedad y hasta una país mediante el reflejo de sus -muchas- carencias. Pero pocas o ninguna de sus propias letras muestran al Indio, fuera de la faceta de artista.

Esta idea guía en algún punto la construcción del mito ricotero y las características que lo signan: el aguante, el pogo mas grande del mundo, la previa larga, sus inicios transhumantes en el norte del país con -Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota- para escapar a la dictadura. Esa misma mística se alimenta de peregrinaciones, excesos de sustancias en sus diferentes formas, y un clima-ambiente de familiaridad que te lleva a corear canciones y a saltar en fina sincronía con las canciones con desconocidos totales. A levantar a una persona que se cae en medio del pogo, a putear al boludo que pasado de rosca genera riesgo para él mismo y para todos. Desconocer todo esto, también sería violencia, también sería mentir.

 

Todo esto es «La Misa» un ritual ceremonioso que es difícil de explicar si no se vive, sobre todo porque no se razona; al que hay que agregar dos elementos en crecimiento, la masividad y la sobredimensionalización física, que quita perspectiva a los asistentes.

 

Retomando el entendimiento del los sucesos en Olavarría, tan solo a través de escuetas apariciones públicas sabemos de Carlos Alberto Solari, fuera del mito. Sabemos poco de Solari empresario, organizador, director y todos aquellos roles que vinculan indirectamente o directamente al Indio y el show. ¿Se tratará entonces de reconocer responsabilidades en su justa medida, para él, y para todos los que tuvieron que ver con un espectáculo que terminó en tragedia, pero que pudo haber terminado en una masacre? Todas las muertes son lamentables, y cada una de ellas requiere el mayor de los compromisos, tanto para entender cómo y por qué ocurrieron, como para encontrar los culpables, sean quienes sean.

 

No puedo evaluar la totalidad del evento: a mi criterio se superaron largamente las 300.000 asistencias, con lo cual cualquier previsión queda corta. Si puedo en cambio en este ejercicio de sensatez, contar detalles de mi experiencia:

 

Más de 30 cuadras de una avenida doble mano repletas para acceder al show, a minutos del inicio del mismo; que cumplieron con otro elemento de la misa: el aguante es hasta el final y la gente sabe que en esa parte, su aguante es retribuido con el levantamiento de las barreras para el ingreso irrestricto.

 

Si cabe destacar que, aunque yo aún conserve mi ticket, la presencia de containers con botellas de bebidas alcohólicas y de bastones de banderas, marcan que a mas de uno se le habrá cortado la entrada durante el ingreso, en el mismo momento en que se llenaban los contenedores.

 

El señalamiento con carteles que indicaban lugares, pero no distancias. Ni hablar de desandar el camino de ingreso en medio de la muchedumbre, de noche, y sin las guías físicas suficientes.

 

Hablar de la falta o no de seguridad interna, ambulancias y policías con total y absoluta certeza, es una nimiedad. No verlas ante un mar de personas -literal- solo indica que no las vi o vi pocas. Considerar si fue suficiente, nos lleva a una discusión estadística inconducente. ¿Cuánto es suficiente para un número inexacto? Una respuesta que solo tiene solución en el mundo matemático.

 

La poca presencia de los encargados de la seguridad pública se entiende desde la necesidad de no generar problemas con la policía -que otrora se cobró una vida tras una misa y se ganó el repudio de por vida del grueso ricotero-.

 

Una salida a paso de tortuga, llena de empujones de personas que querían retirarse, puede ser reflejado solo al ver un hormiguero, pero sin entender que los animalitos cuentan con un sistema de organización. No los miles de asistentes que tras largos viajes sólo querían retirarse.

 

A final de cuentas, el hecho solo termina alimentando el mito, y cuando hoy todo augura el retiro del Indio de los escenarios, me atrevo a considerar un nuevo giro para ésta historia… después de todo, la tradicional y «aburrida» clausura de la liturgia con el tema emblema «Jijiji», fue modificada con el agregado de tema que habla de un viejo «perro dinamita», ese que aulla un rockanrol y desobedece.